Autora: María Jesús García Beneyto 21/05/2017
Día 5. Son las 15:45 h. Voy por la calle Baja con mi hija, sorteando gente a diestro y siniestro. Después de unos cuantos empujones , y algún que otro pisotón, llegamos al nº 23 de la calle Nueva, convertida en “La Losilla” sólo para el momento mágico que está a punto de sobrevenir; ya no podemos avanzar más, formamos parte de una masa de gente festera, no festera, visitantes, curiosos, periodistas, todos anhelantes y expectantes. Un escalofrío me recorre la espalda , cojo su mano, ella aprieta fuerte. Un señor nos reparte unas octavillas escritas con su antigua Olivetti; en ellas ha plasmado un tesoro y nos dice con voz ronca : “por favor, cantad estas estrofas, no cantéis lo que no es”. Nos miramos, leemos y una lágrima recorre nuestra mejilla, todavía estamos unidas por ese fuerte apretón de manos. La torre de Santiago marca la señal horaria tan esperada: son las 4 de la tarde, pom-pom contesta el bombo de nuestra Laureada Banda Municipal, suenan los acordes de “La Entrada” de nuestro paisano y maestro D. Quintín Esquembre. Al unísono, vuelan emociones a flor de piel y nosotras, siguiendo el consejo de este villenero de pro, y todavía cogidas de la mano, cantamos las estrofas que ha plasmado en las octavillas.
“Villena…
Puedes ostentar orgullo
Por tener en suelo tuyo
La mujer más noble y buena.
La mujer que por su encanto
Ni una estrella fulge tanto.
Y aunque anidas bajo el cielo
Los vergeles más gentiles,
Yo me afano con desvelo
Por brindarte flores miles
A tu hermoso y santo suelo.”